Las cabalgatas son una aventura, generalmente asociada a momentos de resistencia extrema y superación, ya que desafían los límites del cuerpo, la mente y el espíritu. Pero nadie sabe esto mejor que los participantes de la mayor cabalgata de todos los tiempos: esta es la historia de Aimé, Gato y Mancha.
Una verdadera odisea llena de emoción y superación. La mayor de las cabalgatas de todos los tiempos.
El 23 de abril de 1925, el profesor suizo Aimé Tschiffely, de 29 años en aquel entonces, inicia la emblemática y legendaria cabalgata de 21.500 km desde Buenos Aires hasta Nueva York. De tal magnitud que hasta hoy es considerada la mayor de las cabalgatas.

La búsqueda de los caballos
Aimé acudió al criador de caballos criollos Don Emilio Solanet, propietario de la estancia El Cardal, y le solicitó dos caballos. Don Emilio entonces puso a disposición quince animales para la elección.
Gato, de 15 años, gateado, de buena paleta, cabeza típica y 1,47 m de alzada, fue el primero en ser elegido. Poco después, Mancha, un clásico oveiro de 14 años, con 1,50 m de alzada, cabeza fuerte y cuerpo musculoso.

El inicio de la travesía
Desafiando la incredulidad de todos, Aimé partió. Durante tres años y medio el valiente profesor y sus dos monturas enfrentaron todo lo imaginable, a veces sin tener qué comer o agua para beber.
Atravesaron la Cordillera de los Andes, cruzaron pantanos como los de Darién (una región de selvas prácticamente impenetrables en el estrecho istmo que une América del Sur con Centroamérica), entre Colombia y Panamá, considerada una de las zonas más húmedas del mundo.
También superaron el terrible territorio desértico de Mata Caballos, entre Perú y Ecuador, con 160 km de arenas abrasadoras y temperaturas de hasta 52 °C. El desfiladero de Ticlio, en Perú, a más de 4.800 m de altura, los expuso en un mismo día a variaciones de temperatura que iban de grados negativos a 40 °C positivos.
Cabe destacar que Aimé montó durante todo el trayecto en un lomillo Paysandú uruguayo con pelego típicamente gaucho, con el cual armaba su cama, cubriéndose con un poncho impermeable, al viejo estilo camper, ya que no llevaban carpa, demasiado pesada para la época.
La mayor cabalgata llega a Nueva York
El 21 de septiembre de 1928, tras tres años, cuatro meses y seis días de recorrido, Aimé, Mancha y Gato entraron alegremente en la Quinta Avenida de Nueva York. Allí fueron recibidos incluso por el presidente de los Estados Unidos, Calvin Coolidge.
Al concluir la travesía, Mancha tenía casi 18 años y Gato cerca de 19. No solo el inspector general de la caballería norteamericana certificó la hazaña, sino que también el coronel R.M. Browne afirmó que Mancha era uno de los mejores caballos de conformación que había visto en su vida.
Al día siguiente, el diario La Nación de Argentina anunciaba la gesta de Aimé, Mancha y Gato. Así concluía la mayor cabalgata de todos los tiempos.
“Ser enterrado en Argentina, donde tengo mis verdaderos amigos.”
Este fue el último deseo del profesor Aimé, refiriéndose a Gato y Mancha.
Su cuerpo reposa en tierras argentinas, en la estancia El Cardal, en Ayacucho, provincia de Buenos Aires. En el mismo lugar descansan también Gato y Mancha.
Estos caballos pueden ser considerados íconos de la raza. No ganaron exposiciones de morfología ni de función, pero realizaron una hazaña extraordinaria que hasta hoy no ha sido igualada. Gato murió en 1944, a los 35 años, y Mancha en 1947, a los 37 años. A ellos, nuestro respeto y homenaje.